miércoles, 9 de enero de 2013
Confesiones de una descelebrada.
Volví a sentirte cerca, a sentir cada una de tus caricias, a rozar tus labios. Fui al café de la esquina y pedí algo diferente, con doble de nata y caramelo por encima, hasta cambié de marca de tabaco porque absolutamente todo me recordaba a ti, todo tenía el mismo sabor, todo era blanco y negro. Y por un momento la música paró, las luces se apagaron, el local quedó vacio. Solo yo. Sentada en aquella mesa del fondo consumiendo el cigarro que pedía a gritos caladas. Entonces apareciste tu por la puerta, con aquella chaqueta de cuero marrón y esos baqueros rasgados con esas zapatillas anchas de Nike junto a tu perfume se olía en toda la estancia. Rozaste mi mano y besaste mi frente, desapareciste. Salí corriendo a buscarte pero no estabas, tu olor ya no se sentía. Te perdí. Esa pesadilla diaria de saber que estas con esa ''otra'' de la que ni hablas y ni tan si quiera recuerdas mi forma de besarte y los mordiscos en el cuello que tánto amabas, ¿o si?